Ella
Frontera sobre frontera y miradas de desprecio. Cinco minutos. Cinco minutos. Por detrás 50 mujeres, tres de ellas embarazadas y dos con hijos de padre desconocido, se arrodillaban mientras penetraban dolidas, solas, invertebradas sentimentales, hacia aquel pequeño barco. No había tiempo, y quedaba la mitad. Empujones, gritos, más dolor. Ninguna era amiga de la otra. Ella lo vio desde lejos, pero podía intuir lo que ocurría. Ella, embarazada, enamorada, bonita, guapa, ojiclara, peliplanchado, se fijo en Otra Ella.
Otra Ella era igual pero al revés. Era pero no se consideraba. Realmente no sabía bien bien por qué razón quería coger ese barco. Arriesgándose, quizá muriéndose también. Pudiera ser más fácil engullir un poco de arsénico y morir sin más. Dolor, formaba ya parte de su vida, así que morir rota por dentro no hubiera sido nada nuevo.
Otra por detrás la empujaba para que se diera prisa. Cuatro minutos, cuatro minutos, son cuatro minutos, y quedaba más de la mitad. A lo lejos, al final de la cola Pequeña Ella miraba a su mamá: flaca, muy flaca, sin ojos de vida, sin ganas en la cara, sin fuerza en las manos, pero con esperanza en su hija, quería intentarlo. Morir intentando vivir es valiente, asentía Ella desde su pequeña pantalla.
Vuelve a empujar Otra y Otra Ella se rebota, le ha hecho daño. Bueno, realmente está jodida, por todas partes, implicando todos sus sentidos. Jodida y sola, o con cuarenta y nueve solas más. Otra Ella no está embarazada. Otra Ella no tiene un hijo. Otra Ella no tiene ni siquiera una oportunidad. Empieza a dar golpes fuertes muy fuertes jodiendo más a todas las otras solas. Titulares: “Loca inmigrante mata a cuarenta y nueve inmigrantes a golpes porque no le dejaban cruzar la frontera”.
Ella cierra los ojos, como con dolor y piensa: “Por qué no intentarán salvar su país”
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