Cosmología familiar, el mito de mi vida, abolengo onomástico
Hay un lugar donde yo he sentido más de una vez la culminación de la existencia. Que con un silencio tal, la exactitud, de los sonidos que se esconden, parecen escuchar del silencio por sus aires la marca de como tienen que oírse. Y eso se oye.
Hay un aire que lava la cara con lenguas que pasan y se renuevan. Y es al otro lado de la fortificación, si en algún sitio tuviera que estar, ese aire que te encoge pero en verdad te libera, frescor de la montaña rodeada de montañas, aire que humedece los ojos. Y eso se ve.
Protegido por el Pilón de la torre, el viento toma la dirección que decides. Por donde empieza el pueblo desde arriba. Una atalaya erguida como guardián, tras el ascenso de roca azul con manchas blancas, con islas verdes.
Torre desde la que se domina este recóndito lugar de la sierra de las espadas. Altiva, cilíndrica, tiene los extremos de principio a fin, pero en lo alto su deterioro forma una media luna horizontal. Como sí al ser conquistado el pueblo, afectada y atacada la torre. Alá, que todo lo conoce, infrinja en su derrota su símbolo lunar, al rey de todos los cielos. Nunca nadie se ha atrevido a recomponerla por donde apunta al cielo. Azul contra anhelo. De forma que parece hacerle los cuernos a más de uno. Al pueblo de al lado. Al mundo…
Sitio más alto del pueblo, de donde salían flores de té (antes de la penúltima reconstrucción, es decir: abrirle una puerta sin ver las conexiones con la tierra).
Haraganeo mi acción y se adelantan las respuestas. Porque a mi eso no me importa, ni es mi problema y las cosas están como están.Al final, es mucho más sencillo no ir contra corriente, dejarse de tonterías e historias. Vararse a lo superfluo, al mayor precio que damos a lo menos valioso. Y llevar el mismo rumbo poco valioso, tan caro en la percepción de mis monedas. Vamos, ser práctico. E ir hacia lo marcado. La actitud óptima, la buena óptica. Timón en rumbo fijado. Pero mira, soy de esos tíos a los que los años, los excesos de vida y las realidades disfrazadas, hacen perder un poco la chaveta. Sin duda, acabaré hablando sólo abiertamente, gracias a los desquicios de la vida en sociedad (no me refiero a los cócteles). O me iré a alguna cueva, a vivir por la montaña, con mí tortuga de caparazón blando (si sigue viva), que se acercaba cuando le hacías así con el dedito. Y el fantasma de mí canario, la libertad de sus plumas encarcelada durante sus 18 años de vida. Cantándome cuando me veía, sin embargo todos los días de su vida, al final no subía ni a los palitos, lo enterré cerca del mar (se llamaba sergio, me lo regalo mí abuelo). Parece mentira o broma, como muchas otras cosas.
Las percepciones cambian cada momento, de aquí a ahora. Y encima la ensoñación frágil de no estar y estar, el dulce dormir que de niño creía la muerte, crea cada momento que no existe. Hasta despierto.
Es cierto que el pueblo ya no es igual, yo tampoco. O eso se siente. Pero cuando bajo de ahí arriba, siempre lo hago del mismo modo -desde arriba hacia abajo- a roca viva, a saltos de lomas y de piedras, itinerario prendido, acaso desde el primer viaje. Entre zarzas de moras y arbustos hasta donde abrazan las primeras casas, civilizando el monte.
Y por las pequeñas isletas, formadas en las inertes piedras, hormigas en verano, de una cabeza hinchada, amenazantes colmillos y negras, muy negras. Empecé a darme cuenta de la belleza de las cosas pequeñas viendo la negrura de estos seres, tan cerca de mi escala física. Como van de manera intermedia pero incesante, de unas florecillas y plantas a otras. Siguiendo el efluvio que desprenden, se tocan un par de segundos con sus antenitas, se lo cuentan todo, y siguen. Por el tomillo hacia el espliego, la aliaga, la manzanilla, y la jara azul (mejor no tocarla, no se come). Fragancias que con intensidad suavemente golpean los sentidos, pese a que sólo identificas romero para cierto aroma húmedo y seco a la vez. Aún, desde zagál hasta galán, habiéndote tus abuelos contado: que si esto es esto, que sí esto otro, otra cosa, que sí aquello, lo mismo. Espero poder decírselo a mis nietos…
Rodean, por todo su diámetro menos por una parte, a Matet, la vegetación salvaje y los páramos cultivados en numerosos ribazos. Donde los olivos, almendros, higueras, perales…, son inmigrantes. Siendo sólo, la tierra de cada uno, no otro sitio que donde le dejan echar raíces, lejos de patriotismos con matices. Y ofrecen sus frutos a los hombres. Ahora sólo las olivas merecen la pena, y los campos se pierden en relación aritmética a los bares que van saliendo por el pueblo. Y el oro líquido, gota a gota, se ordeña, del árbol a la almácera, una vez al año. Sin preguntar si hay más frutos, si sol queda.
Y sinuosamente tras su sabor, su color y su aroma, en el de la tierra. Pasa atravesando, el lecho de un río. Que caprichoso trascurre por adentros o yacimientos subterráneos de piedra escarlata, dejando en las riberas, no tan a menudo como quiere, la sonrisa del agua cuando respira. Hasta uno de los pantanos que mando hacer Franco (y construyó gente como mí abuelo).Por sus acequias y por las balsas que hicieron, íbamos buscando los renacuajos que empezaban a ser pequeñas ranas, como nosotros.La Codaira, la Zu, la mora balsa, Yalgarbe. La vida rural trae consigo, lejos de desarrollos y enredos, el saber raro de lo que es uno con varios nombres. Un río. Un agua. En la que pienso cada vez que abro un grifo.
Muchas veces, veo a un niño que viene de ese lugar, ha habido más sitios, con sonrisa triste y mirada perdida, de los primeros en este “país” con tanto acento, que creció siendo niño por mucho tiempo. De pelo largo, como en los inicios de las cosas, y pretensiones de mucha vida por delante. De ahí, soy o he sido yo mucho.
Nos dieron todo lo que nuestros padres no tuvieron, lo que nuestros abuelos perdieron, la posibilidad de vivir en paz y en libertad. En ese lugar, como en otros, he pasado días muy nuevos, muchos de los que te quedan y te acompañan, no sé hasta donde, espero que lejos, muy lejos.
Por allí, con cinco o seis años, marcó su ley un “trueno azul”, motoreta pequeña de BH con una pegatina de Arconada, del que no recuerdo haber visto algún partido. De un lugar a otro, por las numerosas rochas, por las dos o tres plazas, a veces en rampa otras en cuesta.
Y fue un día hace ya muchos años, cuando recibí una de esas lecciones cuyo resultado descubres de repente. Tantos años después. Se hace uno la vida por donde a uno dejan. Pero sí es verdad que cualquier cosa conforma nuestras realidades particulares, al margen de la que las devora todas. El conjunto de todas las demás.
Bajaba de una de esas rochas, camino de mí casa, iba en triciclo, y al pasar por una casa, de una familia bastante pobre, pero muy prolífica, una de las niñas que era un par de años o tres mayor que yo, se cruzó en mí camino, y me rodearon algunos de sus hermanos. Llegué a mí casa rápido llorando como lo que era.
En el portal, mi abuelo estaba haciendo no sé que cosa.
Perdió más de una batalla en su vida, junto a la molinera atendiendo el casino, para los veraneantes. Su mayor victoria, sacar a su familia adelante, en un momento en que se despertaba del sueño, en una época en que la igualdad y justicia entre las gentes, tenía su propia marca, o cruz, por un tiempo que la vanidad derrumba. Pero forjó la familia en mí padre.
-¿Qué te pasa hijo mío?,
¿Qué te han hecho?
Mí abuelo Manuel Castillo, miraba consternado a su nieto que entrecortadamente, entre lágrimas y mocos, empezaba a hablarle.
-Nada,… que estaba yo…, allí, snif,… en la calle esa,
de la familia esa y la niña viene y se pone en medio,…
y me dice que dónde voy…
Y va y yo le digo: a ninguna parte…
Y coge y me hace esto.
Yo le señalaba con las palmas abiertas cara a mí, y dedos índice y corazón de ambas manos, apuntando a unos cortes en mí mejilla. De donde sangraban gotas que escocían, (no fue la última vez que me araño una chica), el escozor cura, con las lagrimas, con el llanto la sal curte la cara.
A ninguna parte.
Y antes hablar con el padre, de la niña, al que había ayudado varias veces. Incluso algún juguete tenían mío o de mi hermana. Mi abuelo me consoló, y me dijo:
-Tenias que haberle dicho: Voy a pasar por aquí…
Primera piedra descubierta más tarde, castillo que mira hacia arriba, arañazos de la vida. No te preguntes, tampoco, vengo de ningún sitio. Pero voy. A pasar por aquí.
Y temprano el pensamiento no hizo más que preguntarse que qué era. Según como lo entiendo, desde que empieza a oírse (creo que se oye, sin ser un sonido) con las palabras mezcladas en sensaciones. Metáforas de lo mismo. Comunicación desde lo distinto. Categorización entre lo primitivo. El conocimiento posada de faltos, de falsos, afirmantes. El silencio de las palabras. Y la forma de sentidos que se renueva. Cuando va y se rodea uno de lo que lo hace. Y le da por escribir. Empatía, de estar en otro. Conocida después.
Antes ya hablé, de esto, con mí abuelo Luís Pelegrín.
Junto a la lozana andaluza, se llevaron a sus dos hijas, lejos de los cortijos, los años del hambre, los señoritos y las planicies de olivos, a la lluvia de Galicia, con el tizón de la mina y el hábil relámpago aguja pespuntando…, y por último a la costa de Valencia, que tenien que fer.
Darles a sus dos hijas un futuro sudado desde joven…,
Quedando atrás Villacarrillo (a un tal Carrillo, del piramidal de la iglesia, le dieron el pueblo), y el cantaor pelegrín, y su mujer la relámpaga, lo más adelante posible.
En una tarde de las que me quedaba a su cuidado (mis dos padres trabajaban), tras una sesión de parque y pelota, en ocasiones íbamos a los jubilados. Una asociación de comunistas andaluces. Que jugaban al chamelo con la radio puesta. Se tomaban unos vinitos, algún tercio y morros de cerdo. Y hablaban, las más de las veces del pueblo dejado, la fortuna buscada, el sobrevivir logrado, fantasioso de prospero, como de alejado. Esos recuerdos de los principios, por muy terribles que fueran. Y los menos momentos, de los acontecimientos del momento. Para qué, si somos como hormigas.
Al volver mi abuela preguntaba, si por asomo, nos habríamos pasado por ahí.
-¿Luíi no habrás llevao al chiquillo onde el Tobar?
A loj jubilaoo.
Cómplices, lo negábamos.
-Que va agüela…,
Venimos del parque.
Ese día, paseando de vuelta, un rato llevaba ya preguntándome, sobre lo que le solté, a mí confiado, o despistado en lo suyo, abuelo.
-Agüelo…,
¿Tú oyes una voz dentro de ti?...
¿Oímos todos una voz dentro de cada uno?
Creo que me respondió más rápido, con una media sonrisa, de lo que yo hubiera pensado. Supongo que esperaba que se tomara algo más de tiempo. Pero la velocidad que imprimía al recogerse a casa pudo aprovecharla en la respuesta.
-Si hijo, claro.
-Si.¿De verdad?
¿Oyes algo?
-Si. Como todos.
-Pues abuelo…
Yo, noto también las voces de los demás.
Las oigo.
No me contesto. Seguimos andando.
Esta vida es cualquier cosa, un sueño hermoso que se tambalea con esperanzas necesarias de otra cosa. Y el dintel y la maza, y la grúa y el toro, desgarran los cimientos de la caja de zapatos donde habito. Por un mercadona que quiere ser más grande. Y el depósito se llena en la gasolinera de al lado. Y a los escombros les rodea un enjambre de buitres de todos los colores, enfadados en sus lenguas, tras el alambre de trozos rotos, con sus bicis con arcas, acopiando por si el invierno. Hay tribus en el Serhengueti que desconocen la basura. Y la escena se repite por toda la selva del hombre.
Me siento tan lejos de la montaña, como una vida distinta. Mi abuelo el pelegrín que no sabe ni leer, se escapó del olvidar, dejo de cantar cuando murió su madre, y que piensa sin saber leer. Y yo, qué hago. Yo el casi filólogo, tras el mecenas que se haga cobre (metal más conductor, nada de reyes Midas), por este lugar de voces que repiten cantinelas. Demasiado tarde para enseñarle a leer como a otros. Entre pasillos y aulas egos que crecen sobre la cabeza de otra persona. Tatati tatata, yo soy más, él también, tú qué tal, tatati tatata. Quizá te equivocaste de carrera. No tenías buenas piernas. No te va correr a codazos. No sabes que fusilaron a Francisco Ferrer Guardia, un 9 de mayo, hace casi cien años, no era domingo, por la iglesia. Acaso qué te pensabas. Qué esto era un cuento rosa con su princesa, sus hadas, reino logrado arrancar a los malos, y paz en el reino que se hace República…O que del mito se hace una vida.
No mutes tanto pelegrín, ves hacia lo por venir. Hay dos o tres PAI amenazando con partir una montaña. Y es verano y las chispas de los locos que encienden el negro entre las piedras, por notarse al fin ser algo o llevarse un puñado de euros, están, tras las colinas. No quieren saber de silencios de cara.
Castillo de aire, piedra sobre piedra te partes. Cortaste otra vez la cinta antes de la inauguración. Ves moviéndote antes de morir aplastado por tus ruinas, haz el favor.
Paneles solares y energías renovables. Tú sabes lo que valen (el futuro de tus hijos, si es que te dura el semen).
Vida en comuna con la tierra.
Sociedad social.
Escuelas diferentes que hablen de lo cuántico.
También pensabas que al esconderte detrás de un árbol, los demás no te veían si no los veías tú a ellos, independientemente de lo estrecho que fuera el árbol. Esto, te quita bastante rigor. Y el achinar de tus ojos es por no ver bien de lejos.
Tu abuelo castillo, en el año 27, encontró la cueva MOMA. Según te dijeron, significa Madre. Proveniente del matriarcado (época seguro mejor). Cualquier esperanza es buena, pero no hay nada que esperar. Los del pueblo de al lado se adelantan por un cuerpo. Cuando los magos creadores hacen trucos con cucharas. Y el que lee está cansado ya de hacerlo.
3 Pulsaciones:
además de las palpitaciones poéticas si yo fuera tu abuelo me gustaría que me dedicaras esa gran novela.
Aunq estoy enfadada hago un paréntesis para decirte q:
me ha gustado tu historia, que la veo muy clara (no sé si porq conozco un cachito de ella) y me gusta la desnudez de las palabras.
me ha enganchado.
me ha gustado ver q era un niño el q la contaba, y no un físico cuántico. aunq a frases no puedas escapar de serlo.
has descrito de puta madre ese tipo de infancia.
háblanos más de ti, porq yo al leerte me he visto a mí, en "el niu", la casa de la sierra de mis abuelos. Y a mi abuelo.
Háblanos de ti, porque estarás hablando de todos, niños, fusilados, abuelos, luchadores, descubridores, niñas malas, escondites que no esconden, vida q es siempre más q libro. etc., etc.
agur.
bueno...
Marcelino Cons
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