El fiador
Más o menos contento
con lo que había
era joven y en fin
pasaba hambre aunque
no demasiada y cuando desperté
en aquel jardín
se había enfriado el aire
y descubrí
allí medio erguido
con una postura muy ridícula
y digna a la vez
un tipo
justo al lado mío
con la mirada
aparentemente
perdida en
algún punto del horizonte
desnutrido, sereno
y sin camiseta
Comenzó al cabo de un
rato una conversación bueno
a decir verdad
fue él quien me estuvo hablando a mi
diciéndome algo sobre el chacra
la rotundidad de la nada
y la telequinesia
por ese orden o al contrario
ahora no lo recuerdo bien, bien
pero el caso es que de todo eso
aquella tarde
en uno de aquellos
los días más extraños
aquel tipo
con pintas de asceta habló y
habló y
mientras
yo
me fijaba en sus piernas
en la figura imposible
que dibujaban
sobre la hierba
y aunque el ajetreo
de los pesqueros
y las bocinas y la sinfonía oxidada
de las gaviotas me impedían
poner
demasiado atención en lo que decía
de algo sí pude (o no
pude evitar) enterarme
y dijo creo
que
era maestro zen o algo
así y tenía una casa
muy bonita
sí en la costa
sí
y que
si quería
que
podía ir a visitarla(yo)
me decía
hasta tal punto
cogió confianza el muy cabrón
confianza que,
por otro lado
yo nunca concedí
Al rato
llegó otro
y éste,
ansioso le pidió
al gran gurú que le fiara
para la adquisición de no se qué
sustancia pero
El Gran Gurú
que se ve que no hacía horas extras se negó
sin milagros ni parábolas
del modo
más profano
posible
es decir
nada
la realidad no es nada
consiste en parte
en lo que nosotros
preferimos
que sea
y todo
es relativo y transitorio
y qué podía hacer yo
si no sabía
ni mi nombre
si no sabía
quién era si lo ignoraba
practicamente todo
Me dieron
por imposible al cabo
de un rato
como siempre
y yo seguramente
a ellos
también
así que
seguí mi camino
qué otra cosa podía hacer
sino hacerlo y sentir
a la vez
asco
cierta loca alegría y/o
algo de miedo
esencialmente
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