Mira hacia el cielo una estrella
Nota desde dentro como brilla
Maravilla carente de término de salida
Dirección esquiva que sugiere sin punto que refleja
Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas. No concibo la obra al margen de la vida(Artaud)
Mira hacia el cielo una estrella
Lágrimas, sueños truncados, dos vidas que a partir de ahora divergían en sus caminos. Y todo por su culpa. “¿Qué pensarán mis hijos de mí?”. En su mente repiqueteaban los porqués sin respuesta de ella. En la garganta, un nudo. Nadie te enseña en la vida a tomar este tipo de decisiones. Los ojos, vidriosos, y por la espalda, un sudor frío como la escarcha. La casa seguía siendo la de siempre. Mismos muebles, misma decoración, misma vida. Él y ella, sus hijos, aún no sabían nada. En las venas de su frente se agolpaba la sangre. La piel, un poco más rosada que de costumbre. Después de cada voz, un silencio que duraba millones de años. Al final del pasillo, de un pasillo de veinticuatro años, se encontraba la puerta. La misma puerta de siempre. Avanzó hacia ella. A su paso iban muriendo los sueños, la esperanza. Pisada tras pisada. Se detuvo en el umbral de la puerta tan sólo un instante. En el marco del pasillo colgaba una rama de muérdago.
Abrió la puerta. Todo el mundo le esperaba. Sonrisas, jaleo, niños pequeños. Dos vidas que a partir de ahora convergían hacia un mismo punto. Ella; exótica, distinta, nueva. Sus hijos, el piso, sus problemas, todo nuevo. Nuevos muebles, nueva decoración, nueva vida. Con un par de bolsas en las manos, entró, miró a su alrededor, suspiró, y se acercó al comedor. Y por la puerta, la nueva puerta, no tuvo que preocuparse, alguien se encargó de cerrarla por él.
Intuición: sentimiento hecho acción.
Akasha (ã kã/ sha) es una palabra en sánscrito que significa
He amanecido algo revuelto y no es mi culpa.
La senda se hace a cada paso sintiendo el peso de la planta
Y al final, todo es tan sencillo. Que de fácil, es lo más difícil: Sentir. Sentir, simplemente eso. No pensar tanto. Fueron unos meses largos, una vida intensa, un espíritu en búsqueda de lo que siempre estuvo ahí. Y sigue siendo así.
Y celebrar así la falta de inspiración
El día de la cueva mis ojos se acostumbraron a la oscuridad
Polly está viendo morir la luz. Cuesta admitirlo, porque suele morirse ahí, en la cabecera de la cama. Uno no suele fijarse mucho en estas cosas, se da cuenta cuando el tema ya no tiene arreglo, pero Polly está viendo morir la luz. La ve morir un poco cada día, hacerse más pequeña e ingrata, saludando ya medianamente entre un abrazo o una tos. No es que Polly sea más lista, ni más observadora, sólo ha dado la casualidad, ésta vez. Polly no quiere que la luz se muera. Haría cualquier cosa por mantenerla a salvo de la combustión lenta y porfiada, del atraco de las tazas del café, la alfombra sucia, los pelos que crecen en las piernas, el mal despertar de la siesta y los kilos de más.
Había (imaginé) cierta maravilla
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Aquel no era un lugar finito
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